El vapeo parece ser una moda entre los jóvenes.
Los cigarrillos electrónicos o vapeadores son dispositivos de vapeo a batería que calientan un líquido hasta transformarlo en un aerosol (vapor), que se inhala
Se han popularizado como una alternativa al cigarrillo tradicional y para uso recreativo, especialmente entre personas que no fuman. Sin embargo, no hay evidencia científica que dé cuenta de su inocuidad ni de su eficacia para abandonar el tabaco, por el contrario, los datos científicos existentes demuestran que no sirven para dejar de fumar y quienes los usan con ese fin en la mayoría de los casos terminan dependiendo de los cigarrillos electrónicos.
Los no fumadores que empiezan a usar cigarrillos electrónicos corren el riesgo de desarrollar adicción a la nicotina y empezar a fumar cigarrillos convencionales. No son seguros para jóvenes, adultos jóvenes, mujeres embarazadas o adultos que actualmente no usan productos de tabaco.
Según una encuesta realizada por la Fundación Interamericana del Corazón en la ciudad de Buenos Aires, a finales de 2023, en la población de 13 a 18 años de edad que asistía a establecimientos educativos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 69% de los adolescentes accede a un vapeador porque alguien se lo ofrece. Otro 14% lo recibe como regalo, el 6% lo compra por internet y el 4% en kioscos. La encuesta también puso de manifiesto que el 8,9% de los jóvenes los había fumado en el último mes y también que la percepción de daño es menor en relación con los cigarrillos electrónicos. Estos datos refuerzan la idea de que son productos que se consumen mayormente en ámbitos sociales.
Es decir, que este tipo de cigarrillo no debe ser considerado inofensivo ni tampoco una alternativa para quienes deciden emprender el camino hacia la cesación o reducción tabáquica. Es más, la falta de evidencias sobre su efectividad y seguridad, constituye una herramienta peligrosa y por fuera del tratamiento médico utilizado hasta el momento para dejar de fumar.
De acuerdo al último Informe sobre Control del Tabaco publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a finales de 2014, el vapor que libera el cigarrillo electrónico no es inocuo porque contiene nicotina y otros químicos tóxicos y cancerígenos.
Los cigarrillos electrónicos están prohibidos en el mercado argentino desde el año 2011 por la ANMAT a través de la disposición 3226/2011.
Existen distintos tipos de cigarrillo electrónico. Los más populares son los dispositivos que imitan la forma y el tamaño de un cigarrillo tradicional y los vapeadores (vapes) son dispositivos más grandes y personalizables que permiten ajustar la potencia, el flujo de aire y otros parámetros.
En todos los casos están constituidos por 3 elementos: la batería, el tanque (contenedor que almacena el líquido), la resistencia, que calienta el líquido para producir vapor, y el líquido.
Y, ¿cuál es el líquido que se emplea?
Como se puede advertir en el listado de líquidos de vapeo puede estar la nicotina, además de compuestos orgánicos volátiles, partículas ultrafinas, sustancias químicas que causan cáncer, metales pesados (níquel, estaño, plomo) y saborizantes como diacetilo, que causan enfermedad pulmonar grave. Tampoco los saborizantes han sido avalados para ser inhalados.
Los cigarrillos electrónicos NO son inofensivos. Vapear no implica inhalar vapor de agua, sino una solución compleja de sustancias químicas que se alteran desde su estado original porque se calientan a altas temperaturas.
Los cigarrillos electrónicos no son seguros ni para fumadores ni para no fumadores, liberan sustancias tóxicas al medio ambiente y afectan a otras personas.
Si bien puede pensarse que el cigarrillo electrónico es una alternativa menos dañina que los cigarrillos tradicionales, todavía pueden tener riesgos para la salud y no están regulados de la misma manera que los productos de tabaco.
Fuentes: