Vivir la vida en plenitud implica el desarrollo de la vida sexual con bienestar y satisfacción. El deseo sexual es una emoción, un impulso, una fuerza que nos mueve al encuentro íntimo con otras personas. Nos motiva a relacionarnos, a compartir intimidad, a mantener relaciones afectivas y sexuales, a disfrutar y pasarla bien, a sentir placer, etc.
Junto con la atracción y el enamoramiento, forman lo que se conoce como sentimientos sexuales; sentimientos que constituyen un magnífico patrimonio de la sexualidad humana y que regularán ésta durante toda nuestra vida. Se pueden señalar características propias de cada uno:
El deseo: Es un estado interno que nos impulsa a la búsqueda de contacto y la interacción sexual. Este sentimiento tiene una fuerte raíz biológica (por lo que, en la adolescencia, con el aumento y cambios hormonales, se vive muy intensamente), pero el cómo se vive (se puede controlar, orientar, dar distintos significados) y de qué manera se satisface (puede llevarnos a buscar satisfacción sexual o no, a desear abrazar y ser abrazado y acariciado, a tener fantasías, deseo de realizar determinadas conductas sexuales) depende de muchos factores de tipo personal, relacional y cultural.
La atracción: Implica al deseo, y se dirige específicamente hacia personas determinadas. Se trata del deseo enlazado hacia alguien preciso.
El enamoramiento: Conlleva deseo y atracción. Percibimos que la persona de la que nos enamoramos es insustituible, única, en el sentido de que “sólo esa persona” puede satisfacernos. El mundo de quien se enamora parece girar en torno a esa persona: fantaseamos, nos interesamos por ella, damos lo mejor de nosotras y nosotros. El enamoramiento produce un estado de fascinación que nos impulsa a entregarnos y a desear intensamente que el sentimiento sea correspondido, en el marco de la necesidad de una relación afectiva.
Es un sentimiento normal y saludable. Se puede vivir con mayor o menor intensidad, puede ocupar un lugar más o menos importante en nuestra vida. Podemos decidir satisfacerlo a través de diversas conductas sexuales con otras personas, de manera auto erótica, o también aplazarlo. Lo que no podemos es anularlo o hacer que desaparezca. Es importante que no sea causa de malestar y podamos vivirlo y expresarlo con respeto, libertad y naturalidad.
Podemos sentir deseo al ver a alguien, al estar en contacto con otra persona, al imaginar, al recordar y también puede aparecer de repente, ser evanescente y culminar rápidamente. También puede tomar la forma autoerótica. La masturbación (el autoerotismo o autoestimulación) es una práctica sexual normal y saludable en cualquier edad y, para muchas personas jóvenes, suele ser una de las principales maneras de empezar a curiosear, a experimentar, a descubrir sensaciones placenteras y a satisfacer el deseo sexual. Como todas las personas no somos iguales, la masturbación es una conducta sexual que para muchas puede ser agradable, placentera y satisfactoria, mientras que para otras no.
Cuando deseamos podemos llegar a sentirnos rebosantes de energía y excitación. Nuestros cuerpos reaccionan: cambia la respiración, el pulso, puede aumentar el tamaño de los pechos y los genitales, puede haber erección en los pezones, el clítoris, el pene, lubricación en la vagina, surgen pensamientos y la imaginación se recrea.
La experiencia y el deseo sexual pueden anudarse a una ilusión del amor y/o de relación afectiva o no, y simplemente ser un encuentro sexual sin anhelos de armar una relación. También las expectativas de cada persona pueden no coincidir, y que ello acarree frustración para quien preferiría una continuidad.
El deseo sexual, que nos impulsa a acercarnos a otras personas, facilita dos funciones fundamentales en la vida:
La vivencia del deseo sexual supone una experiencia subjetiva. Algunas personas pueden sentir vergüenza, culpa, otras vivirlo como algo muy natural; otras pueden buscar estímulos y conductas sexuales que recreen sensaciones placenteras. Depende mucho de las actitudes y mensajes que nos hayan transmitido en la familia, escuela, medios de comunicación, etc. En esta aventura que es relacionarnos, es fundamental hacerlo con una ética de las relaciones, que tenga como ingredientes la comunicación, la sinceridad, el respeto y la libertad.
Como sabemos, los diferentes sentimientos sexuales pueden ser a veces correspondidos, y otras no. Cuando no nos sentimos correspondidos nos asaltan sentimientos de soledad y frustración, y la experiencia de relacionarnos, de desear, querer y amar puede volverse dolorosa. Cuando las cosas no resultan como queremos y con la persona que deseamos, entender y recordar que todas las personas tenemos el derecho a elegir y la responsabilidad de respetar las elecciones de las otras personas puede ayudarnos a comprender y a encauzar ese dolor.
En todo caso, la vivencia de los sentimientos sexuales y la resolución de nuestra necesidad de intimidad constituye una experiencia fascinante; un tiempo para reconocernos a nosotras y nosotros mismos con nuevas capacidades y necesidades, y con un nuevo cuerpo, sus nuevas formas, sus reacciones, sus respuestas, y las posibilidades que éste nos ofrece para el disfrute, la satisfacción, la ternura, la alegría, el placer. Para descubrir a las demás personas y a las situaciones agradables, placenteras, divertidas, tiernas que podemos experimentar, disfrutar y compartir.
Fuente: MYSU Mujer y Salud en Uruguay