Lic. Florencia Brandoni
Desde la más tierna infancia nos amantan, luego usamos la boca para conocer y reconocer objetos (cuidado, el nene se mete todo en la boca). Nos alimentamos, degustamos, probamos, chupamos, comemos, bebemos con la boca. Inmensos, atractivos y sensuales los placeres de la comida.
También la boca es protagonista de nuestra vida amorosa y erótica. Besamos a nuestros hijos con amor y calidez, queriendo transmitir seguridad. Besamos a nuestros mayores con cariño y reconocimiento. El beso amoroso es un encuentro íntimo, sensual, embriagador.
Además, en ocasiones damos besos formales, otros indiferentes o de compromiso. Besamos para saludar, y hasta los hombres hoy se saludan con un beso. Siempre la boca jugando un papel estelar en el encuentro con los otros.
Es decir, la boca es una zona erógena por excelencia, zona de múltiples placeres.
Las sonrisas no son sólo las complejas y articuladas flexiones de los 17 músculos cercanos a los extremos de la boca, son la expresión de una sensación, de una emoción de bienestar, alegría o satisfacción vinculada con un encuentro interpersonal, con una idea, con una fantasía. A veces a solas se nos escapa una sonrisa, pero también nos sonreímos y reímos con otros, en las relaciones interpersonales más variadas, y con múltiples significados. Cuando queremos expresar alegría, sorpresa, complicidad, apoyo, burla o aprobación, entre otros. Y en ocasiones, hasta reímos a carcajadas. La boca ahí, otra vez protagonista.
Por lo tanto, si la boca juego un papel central en nuestras relaciones laborales, sociales, y también en nuestros vínculos más íntimos.