El VIH (siglas en inglés) es el Virus de Inmunodeficiencia Humana. Este ataca al sistema inmunológico, debilitándolo, y por lo tanto, disminuyendo la capacidad del organismo para defenderse frente a enfermedades o infecciones llamadas “oportunistas”.
El VIH ingresa al organismo a través del torrente sanguíneo y como cualquier otro virus, no puede sobrevivir en forma independiente, sino que debe hacerlo en el interior de una célula. El VIH tiene la particularidad de invadir y destruir a los linfocitos CD4, subgrupo de glóbulos blancos, encargados de dirigir el funcionamiento de todo el sistema inmunológico.
Dentro del linfocito CD4 el virus comenzará a reproducirse hasta destruirlo, transmitiendo su información genética de forma tal que se crearán nuevas células, que en lugar de defender al individuo, destruirán las células que debían defenderlo. De este modo, a medida que el virus se reproduce, el organismo se hace cada vez más vulnerable, quedando disminuida su capacidad de defensa ante la presencia de otras enfermedades
Con frecuencia oímos hablar de la infección por VIH y del sida como si fueran sinónimos, pero tener VIH no quiere decir que se tiene sida. El estar infectado con VIH significa que uno ha estado expuesto al virus y que no es definitivo que vaya a desarrollar la enfermedad. Se puede permanecer sin síntomas (portador asintomático) por mucho tiempo. Es de fundamental importancia resaltar que con el avance de los nuevos tratamientos se puede vivir saludablemente con VIH toda la vida.
El sida (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) es la etapa más avanzada de la infección por VIH, con presencia de síntomas que se producen cuando el sistema inmunológico se deteriora y deja de funcionar de forma eficaz, desarrollándose enfermedades oportunistas y/o marcadoras debido a que se ha perdido la capacidad de defensa del organismo de luchar contra los distintos agentes que causan enfermedades.
Fuente: Fundación Descida y Fundación Huésped